viernes, 22 de febrero de 2008

¿Por qué contar historias?

Porque te gusta y porque me gusta.

Porque la vida sin fabular solo es estar.

Porque te cuento un cuento y tu, con tu expresión, me estas contando otro.

Porque me gusta como suena "cuento" y "contar".

Porque cuando anticipas lo que va a ocurrir tengo que inventar algo sobre la marcha para sorprenderte.

Porque invento otra realidad y porque en ocasiones te introduces en ella.

Porque así puedo hacer que suceda lo que nunca pasó.

Porque la cabeza y la boca se me llenan de fantasía.

Porque así sabras contar historias a otros, y ellos a otros, y así hasta que esa cadena invisible nos una a muchos.

Porque los relatos mueren cuando terminan y resucitan cada vez que se vuelven a contar.

Porque cada vez es igual y es distinto.

Porque "érase una vez".

Porque si y ¿por qué no?

MvM

jueves, 21 de febrero de 2008

Liberada

Aurelio, ¿qué te ha parecido la película? No me lo digas, no has entendido nada. A pesar de que eres mucho mas considerado que antes, no creo que seas capaz de entender una historia de amor. Ahora estás mejor, y no es que antes fueses un patán ni que no tuvieses sentimientos, solo que yo no te importaba un bledo, que todo el mundo te importaba un bledo.

Ya sé que no me escuchas y que esa tranquilidad en tu rostro se debe al cacharrazo que te he dado con la plancha, no me engaño, pero no me voy a quitar el gusto de decirte lo que pienso por una vez, antes de que poner un poco de orden en la casa y entregarme a la policía.

Cierto que tus necesidades eran muy escasa y fáciles de atender, porque todas eran tópicos: el partido de futibol, donde te identificabas como miembro activo de la tribu, tu coche, que te hacía sentir poderoso y te transformaba cuando lo conducías, esa mirada brillante, esa sensación de poder ... solo te faltaba la garrota, ¿para que querías ciento ochenta caballos en un auto familiar? y tu cervecita, fresca y agradable; esa aficción la hubiera compartido contigo si no fuese por los eructos con que me obsequiabas después.

Y tus gustos personales. Lo siento, ya no tengo veinte años ni los pechos duros, pero me hubiera gustado una caricia de vez en cuando, siquiera una sonrisa como la que ahora tienes, o ni siquiera eso, solo que no me habalses siempre en imperativo, y que por lo menos hubieses intentado disimular cuando te pillaba viendo porno. Esa actitud la ha heredado el niño, que ya veré como consigo cambiarla sin hacerle lo mismo que a tí.

Si hubiese sabido antes que por un rato ibas a ser así, hace tiempo que te hubiese partido la crisma. ¡Lástima de sangre en el sofá!

jueves, 14 de febrero de 2008

La Bruja

Permanecía atada codo contra todo, mirando desafiante a la multitud que se había juntado para lapidarla y esperaba ansiosa la señal que anunciase que podían comenzar.

Sonaron las trompetas y la chusma inició la pedrea. Ella, clamando con su voluntad a las fuerzas del mundo, como tantas otras veces, hizo que las piedras desviasen su curso sin tocarla. Cuando el gentío percibió que aquella invulnerabilidad no era por mala puntería retrocedió asustada con gran tumulto, atropellándose unos a otros.

La bruja arreció entonces en sus invocaciones, haciendo que se abriesen los cielos con grandes luminarias; rayos y chispas caían sobre la ciudad destrozando torres y campanarios. El suelo se resquebrajó, tragándose muros, animales y personas. Grandes vientos arrastraban en remolinos a todo el que no había conseguido guarecerse, arrancaba postigos y levantaba tejados.

Los soldados desistieron de contener a la gente y ellos mismos se unieron a la desbandada, mezclando en la confusión sus caballos y armas. Plebeyos, burgueses, soldados, nobles y clero huian aterrados sin saber hacia donde.

La bruja, arrogante en su dominio de las grandes fuerzas, reía bárbaramente mientras manejaba caprichosamente su poder. Hizo que una chispa eléctrica quemase sus ligaduras y que el suelo la alzara sobre la multitud. En su soberbia se creyó intocable y mas poderosa que los mas grandes poderes terrenales, y es posible que lo fuese, pero la naturaleza, que es muy fuerte, tiene muy poco tino y engulló en una de las grietas a la bruja que, mientras caía aterrada en aquella fosa, no acertaba a invocar a genios ni demonios. El último vestigio visible fueron sus manos aferrándose al borde de la hendidura, intentando salir de ella, justo antes de que un rayo las achicharrase dejando en el suelo solo el surco de sus dedos carbonizados.

MvM

viernes, 8 de febrero de 2008

Una mancha

Una mancha en la pared. No, es una polilla posada, minúscula punta de flecha parda. Las mariposas nocturnas no son mariposas, no liban de flor en flor, no exhiben orgullosas sus alas hacía arriba. Su discreción las hace camuflarse aplastándose contra las superficies y no lucen colores vivos pero su dibujo es igual de delicado.

Para su desgracia la pared es de color amarillo limón, que la hace destacar como una mancha ¡plaf! Pobre polilla.


MvM

jueves, 7 de febrero de 2008

Mi vida como personaje

Me llamo Romualdo González, tengo 26 años y trabajo como administrativo en una compañía de repuestos para automóviles.

Un día, harto de facturas y albaranes, decidí que debía ser otro. Comenzé por inventarme un personaje para la noche: Ramón Gonzalo, para servirles. Cambié un poco el peinado y me puse ropa de moda; no lo hice muy ostensible porque durante el día seguía en la oficina del almacén, cuadrando cuentas y haciendo inventarios.

Vivir solo favorecía mi plan. Para mis padres, en el pueblo, seguía siendo Romualdín, su hijo serio y formal, el que volvía a casa desde la capital en vacaciones.

Mi personaje fué afinándose con el tiempo. Al cabo de un mes ya usaba el vocabulario adecuado, pedía gin tonicscon un leve movimiento de la mano, me desenvolvía en los lugares de moda como si me hubiese criado en ellos y sonreía a las chicas como si les perdonase la vida. Aquello funcionaba, me daba una confianza que nunca había tenido, me sentía muy bién; ser Ramón era mucho mejor que ser Romualdo.

Se me rifaban chicas que antes no es que no me saludasen, es que no me veían, era el cliente favorito de los mejores locales y me invitaba gente que parecía vivir del aire, pues no se les conocía mas oficio que la noche. En un par de ocasiones coincidí con clientes del amacén que a saber qué hacían allí, tan fuera de su ambiente, y no me reconocieron; era asombrosos la invisibilidad diurna de Romualdo y el brillo nocturno de Ramón.

Más tarde, con Ramon plenamente establecido y configurado, noté el bajón que se había producido en mi economía; pensé que era un error del banco, pro no, todos los gastos eran reales, la buena ropa, las copas sofisticadas, las cenas en restaurantes buenos eran cosas caras. Romualdo comenzó a hacer horas extras y a llevar los asuntos administrativos de alunos clientes, pero no era suficiente para las necesidades de Ramón.

Mi perdición se precipitó cuando Mercedes, una belleza rubia de ojos verdes y sonrisa embrujadora se fijó en mí. Me fuí distanciando de Sara, una administrativa de una compañía de seguros cercana al almacén con la que tonteaba e iba al cine a veces, una chica agradable y bonita, pero que quedaba en la sombra al compararla con aquel radiante sol nocturno que era Mercedes. Descubrí que las diosas no viven en el nivel de gastos de los humanos, que no van al cine sino a espectáculos caros, que no toman café o cerveza sino champán francés, que no compran en Zara o el Corte Inglés sino en Chanel o Dior.

Un tiempo pude justificar no tener un automovil ad hoc diciendo que me habían retirado el carnet por exceso de velocidad y el que no fuésemos a mi casa porque vivía con mis padres, que eran muy tradicionales. Diciendo que era economista no mentía, pero sí cuando contaba que vivía de mis inversiones. Al final tuve que mudarme a un pequeño apartamento en una zona bohemia, con cuyo exotismo pude camuflar un poco lo exíguo del lugar; a pesar de ello tuve que amueblar con estilo, es decir, caro. Vendí mi utilitario, con el que no osaba salir de noche y adquirí un coche bastante mas ostentoso y con algunas aspiraciones deportivas y menos mal que el sensato de Romualdo seguía ahí adentro y me disuadió de no comprar un deportivo descapotable mucho mas caro.

Mi insensatez me llevó a pedir a mis familiares que me confiaran sus ahorros para invertir en negocios muy productivos; la confianza que he hinchaba como un sapo me hacía creer que era capaz de hacerlo, obtener buenos rendimientos para ellos, pagar mis deudas y que me sobrase para financiar mis gastos colocándolo en asuntos propios. El único asunto que veía en el horizonte era el que me propuso uno de mis conocidos nocturnos. Un negocio redondo: aportar capital a una sociedad creada a su vez por otros amigos, todos de total confianza y muy bien situados, uno de los cuales conseguiría suelo barato, otro los permisos de construcción, otro de ellos proporcionaría los materiales a un precio realmente excepcional y a crédito y otro, conocedor de la gente adecuada y a quien todo el mundo debía favores, conseguiría todas las subvenciones necesarias, por lo que mi capital me sería devuelto multiplicado y de paso habría entrado por la puerta grande de las finanzas.

Un par de meses Mercedes fué casi mia, solo casi porque nunca se comprometió a nada, era como pisar las olas que llegan a la orilla y no conseguir retener nada del agua entre los dedos. Igual de escurridiza resultó la sociedad a la que confié todos los ahorros de la familia.

¡Para qué detallar más! Ramón se esfumó y Romualdo sigue trabajando en el almacén solo porque al patrón le doy pena y no puedo permitirme ser orgulloso, pero aquellos a quienes llevaba la contabilidad ya no confian en mí y me han retirado el trabajo. Mis padres están muy afectados y han llorado mucho, aunque me han perdonado haber perdido sus ahorros de toda una vida, no así mis hermanos, cuñados y amigos, que no me han demandado porque consideran que desde la carcel no se produce y prefieren que siga trabajando hasta pagarles las deudas. Ahora vivo realquilado en un pequeño cubículo sin el menor lujo porque no me puedo permitir otra cosa y el fabuloso auto nuevo fué embargado por falta de pago.

El único respiro que me queda es Sara. Paseamos y pasamos mucho tiempo en el parque, cuando no me invita al cine o a una cerveza. Su bendita educación católica tradicional no le permite abandonarme durante la desgracia, pero cuando haya cumplido mi tiempo en este purgatorio que es ahora mi existencia, ciertamente me dejará. Hasta entonces es mi único apoyo y me aferro egoistamente a ella, a lo único bueno que me queda.

Sic transit gloria mundi

MvM